Un fragmento de vida. Nieves Correa

Un fragmento de vida
Nieves Correa

Un fragmento de vida es el título de una novela de Arthur Machen publicada por la Editorial Siruela dentro de su colección El Ojo Sin Párpado. En este relato Machen nos transporta de lo cotidiano a lo maravilloso casi sin que nos demos cuenta a través de la vida de un modesto empleado de la City del Londres victoriano.


Para empezar a hablar sobre la performance me gustaría primero negar la performance, negarla tres veces: como género, como espectáculo y como “nueva tendencia escénica”. Prefiero hablar de “la vida que se ofrece como obra”.

Se puede aducir que la vida siempre ha sido “la materia del arte” y nada puedo objetar a esta afirmación puesto que detrás de cada obra están todos los miedos, las esperanzas, las creencias, los valores, el dolor y la alegría no sólo de su autor sino de toda la sociedad que lo arropa. Pero ojo, estamos hablando de la vida que se esconde “detrás de cada obra”, no de “la vida que se ofrece como obra”.

Los “fragmentos de vida” a los que me refiero no necesitan “desenmascararse”, son claros y transparentes en su forma, porque es de “su forma”, que abarca el tiempo, el espacio, el proceso y la presencia de lo que estoy hablando; aunque por supuesto, estas obras esconden también, como cualquier producción de la sensibilidad humana, significados secretos.
El tiempo de estos “fragmentos” es el tiempo de la vida porque transcurren según su necesidad de completarse; y es este “tiempo necesario” el que los hace “reales”, el que los diferencia del espectáculo y en esta diferencia es donde radica su particularidad y su belleza.

Cada día tengo mas clara la impresión de que se ha apoderado de nosotros el horror a vivir el tiempo de la vida. Todos los artefactos y servicios que nos ofrece nuestra sociedad están, según nos cuentan, especialmente diseñados para “ahorrarnos tiempo”, un ahorro a mi modo de ver inútil porque ¿qué podemos hacer con ese tiempo no gastado?. ¿Existen acaso los Bancos de Tiempo donde poder rentabilizar nuestros ahorros?.

Por otra parte, las imágenes que nos asaltan a través de los medios de comunicación nos ofrecen una versión cada vez más comprimida de la realidad; veinte segundos bastan para contarnos una historia de amor o desengaño punto zip y aun sobrará tiempo para que caigamos en la cuenta de las excelsas virtudes que ofrece la ingesta en grandes cantidades de algún refresco de cola.

“El tiempo real” es una de las muchas especies en peligro de extinción, una rareza que habría que proteger con especial cuidado para en el futuro poder disponer al menos de un pequeño ejemplo del “tiempo de la vida”, poder volver a tener la experiencia de paladear unas migajas de aburrimiento.

La “vida que se ofrece como obra” antepone la experiencia activa de “el que hace” a la experiencia pasiva de “el que mira”; no quiero decir con esto que se adopte una postura ensimismada y se ignore a “el otro”, sino muy al contrario que “unos” y “otros” nos incorporamos al proceso de la misma manera que todo lo que sucede se incorpora a la vida. “El protagonista” es pues, si existe, una figura variable que depende de la actitud que cada uno en particular ejerce y el punto de vista que adopta en cada momento.

De esta manera, las figuras de “el que hace” y “el que mira” que en el espectáculo casi adquieren una dimensión antagónica se confunden y se mezclan en estos “fragmentos” formando parte de la misma corriente que no necesariamente arrastra a ambos a excitantes experiencias, no se trata de pedir un voluntario al que cortar por la mitad con un serrucho, pero que iguala la experiencia de ambos que varía en función únicamente de la voluntad de implicación de cada uno...

Como es de imaginar, esta fórmula de trabajo no resulta muy popular en un contexto en el que se valora por encima de todo “el climax” de la mirada e impera la ley del “mínimo esfuerzo mental”. La pasividad en la que flota “el que mira” requiere de enormes estímulos para que, sin necesidad de tomar parte activa en el proceso de comunicación, pueda seguir manteniéndose su atención fija en “el que hace”; que curiosamente, suele ser también muchas veces “el que vende”.

La vida como proceso de experiencia no está muy de moda. La actitud activa en el devenir de las cosas es casi una actitud heroica pero también la única posibilidad de escapar de la carrera desenfrenada hacia la búsqueda constante de nuevos “estímulos anestesiantes”.

Notas:

-“Miercoles Mercado”. Trabajo realizado en el Mercado de San Miguel de Madrid la mañana del miércoles día 4 de Diciembre de 2000 durante el cual se confeccionó una manta de hojas de repollo y lombarda cosidas a mano.
-“Barcelona”. Trabajo realizado para el Club7. FAD, Barcelona, 1997. Durante la mañana estuve grabando intermitentemente los ruidos de la ciudad, sin un plan fijo, según me venía bien y durante 30 minutos (una cara de una casette de una hora). También compre pan, tomates, jamón serrano y aceite de oliva (botellita pequeña) porque esa misma noche regresaría a Madrid y quería llevar un bocadillo para el camino.
Mi trabajo en los locales del FAD consistió en preparar un enorme bocadillo de pan con tomate que envolví cuidadosamente en papel de aluminio y adorné con una bandara catalana en forma de lazo (después me lo comería en el autobus de regreso) y descansar sobre una mesa durante media hora mientras escuchaba, amplificados por el sistema de megafonía de la sala, los sonidos grabados durante mi paseo mañanero.


Texto extraído de:
http://www.igac.org/container/deltmmachina/index.php/Un_fragmento_de_vida