Performance e Internet. José Manuel Springer

Performance e Internet

José Manuel Springer

Corría el año de 1984 y me encontré con mi primer performance por una coincidencia. Dos hombres negros de unos veintitantos años de edad, vestidos casualmente con camisetas y pantalones vaqueros en una calle del Soho de Nueva York se dedicaba a quemar billetes en un bote de basura; se trataba una acción artística, me enteré más tarde, que causaba ansiedad entre el público callejero que asistíamos a este insólito hecho. Creo que ninguno de los que estábamos ahí estaba cierto de que se trataba de un performance, es decir que no había conciencia de que lo que estaba sucediendo era un evento planeado, por no decir actuado, porque en realidad se estaba quemando dinero en la vía pública y parecía algo irracional, un desperdicio de recursos. Para mi era un acto subversivo, intrigante, que producía una perversa alegría, a pesar de que yo mismo podía haber usado ese dinero para sufragar mi precaria instancia en esa ciudad tan cara.

Durante los últimos cuarenta años la disciplina del performance se ha centrado en la acción corporal como una opción renovadora y alternativa a otras disciplinas artísticas tradicionales. Desde un principio el arte del cuerpo incorporó medios y técnicas muy diversas que dieron al performance una vitalidad y una ambigüedad no vistas. La presentación en sitios específicos no artísticos, la combinación ecléctica con la fotografía, primero, y el uso del video después, permitieron una movilidad del performance más allá de los recintos museales autorizados y en espacios que tenían connotaciones sociales y políticas, difícilmente alcanzables por otras disciplinas artísticas.

El cambio de estrategias que trajo consigo el performance desde sus inicios provocó también una relación diferente con el público. La pasividad y seguridad del espectador en otras artes escénicas se modificó radicalmente, el espectador asistía no a una representación condicional –en la que tenía que conocer los símbolos para saber que se estaba representando- sino que además tenía que participar e involucrarse en la representación a través de su propia experiencia y de la toma de conciencia de la influencia que tenía el propio espacio en el desarrollo del performance. Tal fue el caso de mi primer experiencia con el performance, en el que una ansiedad y una satisfacción de estar ante un hecho difícil de clasificar. Creo que el performance no debe ser definido o estructurado, sería más acertado decir que en esta disciplina el cuerpo del artista es la obra de arte.

Marcos Kurtycz


Marcos Kurtycz
De la serie Manifiesta. 1993

A partir de la secularización y popularización del arte del cuerpo en el espacio público, trataré de establecer una comparación con los nuevos medios electrónicos, concretamente la red de Internet, y el performance, desde la especificidad donde suceden estas prácticas, en las cuales se involucra la presentación y representación del cuerpo, las ideas sobre el mismo, la gestualidad y la relación entre espacio público y privado que implican las nuevas prácticas artísticas multimediáticas.

El cuerpo unificado como centro de la expresión artística y cultural ha sido una constante en la historia del arte. La representación del cuerpo es una práctica corriente que precede el concepto mismo del arte, para pertenecer por derecho propio al territorio de la imagen propiamente dicha. En su ensayo sobre el origen de las imágenes el filósofo francés Régis Debray vincula el surgimiento del imagen al terror que provoca la desaparición causada por la muerte. La imagen fue el substituto de la ausencia: una presencia idealizada, congelada, evaporada de la muerte. Las primeras imágenes surgieron como un consuelo de los vivos ante la muerte.

Las primeras imágenes de la muerte tuvieron el fin esotérico, desconectado de lo estético, de suplir no solo al cuerpo sino también de representar el alma del desaparecido. Velos, máscaras de cera y mausoleos, eran la representación del espíritu que debería sobrevivir al cuerpo. Hegel hablaba de la muerte del arte puesto que el objetivo que le había dado origen había llegado a su límite en su época, con la pintura de Caspar David Friederich, Gainsborough y Goya, en el siglo XVIII. También se habló de la agonía de la pintura –depositaria por excelencia de las imágenes del cuerpo- a raíz de la invención de la fotografía en la primera mitad del siglo XIX.

En el siglo XX se habló del antiarte, como una decisión metódica, argumentada, inspirada en el trabajo de los dadaístas, los primeros performanceros modernos, quienes erigieron el azar como el principio del arte.

Joan Jonas

Joan Jonás
Fragmento de video. 2001

Hoy sabemos que en la historia de las formas visibles, las muertes del arte rara vez lo son. El performance por su vitalidad y su creciente popularidad seguirá siendo una disciplina trascendente. De lo que somos testigos en la actualidad es de un salto cualitativo en el terreno de las imágenes provocado por otros medios que facilitan la representación corporal -ajena al arte en muchas maneras- como son las imágenes digitales y el arte mediático en la Internet.

Las imágenes objeto (como la pintura y la escultura) sólidas, raras, muebles, no reproducibles, vendibles, ha dejado de ser el locus de la práctica artística, en parte gracias al performance, y su lugar ha sido cedido a prácticas inmateriales, reproducibles y comunicables a través de la Internet. Hoy día, el productor de imágenes no tiene en mente la producción de una exposición, o de un objeto tangible. Su energía creativa, la energía del arte, está enfocada hacia la conexión. Conectar con ideas, con los diferentes estilos del arte y la imagen (publicitaria, cinematográfica, de video, etc), dejando de lado la unicidad de la experiencia artística para los coleccionistas y los historiadores, mientras que la comunicación de la idea del cuerpo se traslada al terreno más franco y más extenso de la imagen móvil que frecuentemente permite la interactividad. En este último punto existe una comunidad de fines entre el performance y la Internet, como medios de trasgresión del arte objetual.

Mi experiencia con el performance en México fue de hecho mi primer contacto con la subversión. En un performance de Marcos Kurtycz que casualmente presencie, quiero decir que no estaba programado, el fallecido performancero polaco tomó una de las salas del Museo de Arte Moderno para quemar, destruir una serie de materiales (madera, papel, hierro) y transformarlos en libros que el público podía llevarse consigo. Kurtycz se caracterizo por hacer performances rituales, que combinaban la subversión con la creación de símbolos de su propio cuerpo.

Klaus SteinmetzKlaus Steinmetz

Klaus Steinmetz
Arte Contemporáneo. Nueva York, 2002


Una de las precursoras del performance con video en los 70 fue Joan Jonás, que recientemente presentó su obra en México. Para ella el performance abole lo teatral, da lugar a lo temporal y alude a la relación entre el espectador y la obra. No obstante, según la videoasta, la pretendida independencia del arte y el azar del espectador están relacionadas con el discurso estético tradicional y con la pasividad del espectador. Para Jonás, el videoarte es una forma de romper con los estereotipos creados por la imagen del cuerpo.

La imagen del cuerpo en Internet une varios cabos que el arte tradicional había dejado sueltos y que el performance podría explorar pero sin la simultaneidad y alcance que tiene la Internet. Si bien la inmediatez del cuerpo en el performance no puede ser sustituida por el recurso de la digitalización ni por la tercera dimensión virtual, también es cierto que performance e imagen digital comparten la desmaterialización de un viejo enemigo común: el objeto artístico.


De la actividad performática real del cuerpo hemos dado un salto a la representación virtual del mismo, lo cual ha ido en consonancia con otras modificaciones en la cultura. Por ejemplo, con el cambio de la noción de información por el de comunicación se pasó de la noticia al mensaje, y con la caída de la actividad productiva de objetos pasamos a una economía que privilegia los servicios. Del concepto de cultura instructiva se pasó al de diversión y espectáculo como cultura, y el principio de lo real ha cedido lugar al principio de la búsqueda del placer como motor del comportamiento psicosocial. La publicidad, que es el lenguaje público masivo del cuerpo, está más dirigida hoy a elogiar al posible consumidor con su promesa de estatus que a presentar las características del producto.

Estos cambios nos hacen ver en la Internet una posibilidad. Hoy día el sujeto, artista o no, recurre a la Internet como un medio más personalizado de localizar y consumir imágenes del cuerpo adecuadas a sus intereses. Una mezcla única de privacidad y capacidad de hacer público lo privado permite que los usuarios de la red global ingresen como productores y consumidores de imágenes corpóreas, con una discrecionalidad liberadora que el arte de los museos y las galerías no podría garantizar. En la Internet se puede ser uno mismo sin que esto tenga consecuencias directas sobre la persona. Los contenidos de millones de páginas de internet son accesibles a una población cada vez más sedienta de verse reflejada e instrumentalizada por la pantalla electrónica. Podríamos imaginar casi cualquier cosa, incluso un servicio de performance por Internet a solicitud de particulares que podrían tener acceso libre a cualquier hora desde una terminal de cómputo.

Lo interesante de este nuevo medio es que tiene la capacidad de convertirnos simultáneamente en productores y consumidores de imágenes. El usuario no requiere forzosamente de una máscara que oculte su identidad. Los códigos de lectura permiten un acceso sencillo directo y participativo. La homogenización visual que caracteriza a nuestra sociedad encuentra en el Internet un acervo de identidades muy bien perfiladas que eluden la censura y la autocensura, eternas enemigas del arte y particularmente del performance. Y lo que es mejor, es que detrás de cualquier imagen digital existe siempre un registro de su creación y de sus consumidores, que jamás podrá igualar el catálogo artístico.


Klaus Steinmetz

Klaus Steinmetz
Arte Contemporáneo. Nueva York, 2002


Por otro lado, el arte en internet permite la conectividad de puntos distantes en la geografía y en el tiempo, a través medios como la conversación instantánea o el chat. Y si se trata de crear una reacción en serie, un factorial de la obra, el Internet permite la unicidad de la experiencia, evitando la masificación de los otros medios electrónicos.

En la sociedad de consumo, los bienes se distinguen cada vez menos por su utilidad y más por su prestigio social. Las imágenes no escapan a esta regla, en el mundo del arte lo que menos importa es el objeto, se le ve sin reconocerle su importancia social y se le fetichiza por su valor de cambio, el arte más difundido es el que vale más dinero. Las prácticas artísticas críticas como el performance surgieron para dar validez al intercambio directo de contenidos entre el creador y su co-partícipe, el público. Sin embargo, la fragmentación social y la dispersión temporal a la que estamos sujetos en la ciudad, nos impide acceder frecuentemente a esos intercambios específicos que propone el performance. La red de internet, que sigue siendo un medio sujeto a fines y usos diversos, propone la desmaterialización de arte, la apertura a nuevas lecturas del cuerpo pero sobretodo propone una democratización, con la cual resulta imposible competir. La fusión del performance y la Internet podrían ser un recurso para acceder a nuevos discursos sobre el cuerpo que hagan una crítica del estatus quo actual, donde la homogenización, el fetichismo visual y el control corren de la mano.


Termino pensando en un programa periodístico que escuché por la radio, en donde se describía las formas en que más de 250 mujeres de todas edades han sido sacrificadas desde hace diez años en Ciudad Juárez, en la frontera de México con Estados Unidos. El programa creó una imagen brutal en mi mente. Me hizo pensar que no por no haber visto en directo los cuerpos mutilados de esas mujeres raptadas, no se crea una imagen extremadamente vívida del sufrimiento de esas mujeres, y que es entonces cuando el medio se convierte en un contacto directo entre la realidad y el individuo, para moverlo a la acción y reflexión del cuerpo como inscripción de un estado de cosas, que en el caso de las muertas de Juárez es inaceptable desde cualquier ángulo que se le vea.

Esta conferencia se presentó durante el festival Performagia, en el recinto universitario

Museo del Chopo en marzo de 2003.

Texto extraído de http://www.replica21.com/archivo/articulos/s_t/165_springer_internet.html