Art Parade en Berlín. Merysol León

Art Parade en Berlín
Merysol León

Esta experiencia se inicia en Mérida en septiembre del 97, cuando realizábamos un programa de Intercambio con un profesor de la Hoschule der Künste de Berlín. Un día en que estudiábamos el espacio para la intervención en la plaza Chaplin, nos encontramos con una especie de intervención urbana muy cerca de allí. Se trataba de una procesión cantada y bailada de esas que dedican a San Benito, esta forma de acción quedó en la memoria y sirvió como tema para aclarar las pautas de un próximo intercambio al revés.

En las comunicaciones en que planificábamos ese intercambio surge la palabra Art Parade, sin comprender totalmente la relación a establecer entre procesión y parade, llego a Berlín y me encuentro con otra especie de intervención urbana: el Love Parade. En su tercer año de existencia esa manifestación popular que mueve y hace mover millones de personas, a alcanzado una dimensión que rebasa los límites de Alemania logrando reunir gente de otros países de la comunidad europea. Durante tres días toda Berlín vive en función de la parada del amor, la larga avenida del Unter den Linden se ve abarrotada de gente que ha trabajado en su vestuario y los objetos que portan. Celebrando el amor, sus cuerpos no paran de bailar bajo el chorro indetenible de la música techno.

Comprendo entonces que el Art Parade venía de una cierta reacción a esa inmensa fiesta popular techno que, según algunos berlineses, había perdido su sentido inicial. El Love Parade era un love parade digerido por la oficialidad, reinventado por la publicidad y el comercio. Ante esto el Art Parade no podría ser otra cosa que una procesión lenta, silenciosa y con pocos seguidores, en lugar de desarrollarse en las grandes avenidas, ocuparía calles y callejuelas de un barrio berlinés muy particular, el Prenzlauer Berg. Situado en el lado oriental y cada vez mas habitado y frecuentado por artistas jóvenes, por extranjeros, por turistas, es un barrio donde todo parece moverse. Muchos de sus edificios abandonados se han convertido en casas culturales, galerías, teatros, cafés, bares intervenidos con instalaciones delirantes, exposiciones de toda una producción no oficial.

En ese barrio elegimos un recorrido con dos puntos clave: El Prater un bar muy popular que posee un gran espacio abierto y Tacheles uno de esos edificios antiguos tomados por artistas en la que funcionan diariamente galería, cine, teatro, café y cuya constante actividad lo ha convertido en un sitio obligado de la zona.

Una vez elegido el recorrido y el tema iniciamos los talleres en la Escuela de Arte, en el departamento de Actuación y Escena donde comenzamos junto a los estudiantes, la elaboración del concepto y su traducción en acciones. Uno de los talleres estaba dedicado al gesto y el arte corporal, otro dedicado a la elaboración de objetos en función de la acción. En lugar de seguir un programa, los cursos universitarios implementan un proyecto artístico, lo que permite trabajar directamente y al instante sobre el proyecto aprobado.

La parade del arte estaría signada por el rito, la procesión es el tema y la acción, del pro avanzar y cedere caminar, es el procedere ceremonial en publico. A paso mesurado un grupo sigue un simulacro, o un personaje ilustre. Esta suplica solemne hecha en honor de dios o de los santos, es una expiación, una penitencia, un acto ritual que se realizaba generalmente en caso de calamidad o en homenaje a algún personaje ilustre.

Revisamos representaciones plásticas de ese acto publico que parece instalarse en el SIV con la paz Constantiniana, las traslaciones de reliquias, las conmemoraciones de la vida de Cristo o de algún santo, los homenajes a personajes de la monarquía y el clero se hacen un tema dentro de la iconografía medieval y renacentista. Se observan en esas imágenes elementos comunes que se repiten: Largas formaciones cuya isocefalia refleja un orden jerárquico a través de la posición y las vestiduras, el uso de un instrumental ritual, baldaquinos, incensarios, imágenes portables, etc.

Tratamos de imaginar el sentido de una procesión, largas conversaciones en torno al tema nos conducen a ciertos lineamientos que darán pautas a las acciones y a la creación de objetos. La procesión vista como una metáfora de la vida y la muerte, punto de inicio y punto final de un largo recorrido que ofrece momentos de detención, marcas de un proceso que avanza hacia el fin. Esos momentos, esas paradas que ofrece la religión occidental son ritos que inician y conducen a una transformación: El baustimo, el matrimonio, el entierro, cada uno de ellos es una fiesta, un banquete, una acción que puntualiza el acto de avanzar.

En el taller de lenguaje corporal nos proponemos entonces trabajar el gesto ritualizado, la acción cotidiana ritualizada, la creación de ritos a través del cuerpo y de elementos naturales.

En el taller de creación de objetos se propone la elaboración de un gran capullo, que indica la transformación, un cubo andante que contiene una violinista, un personaje que debería ser portado y un vagón que recuerda un baldaquino, todas extrapolaciones de la parafernalia procesional.

Por último resolvemos contactar a los artistas de la zona e invitarlos a participar en esta parade del arte que se realizaría en dos sesiones la primera en la noche a las doce, una procesión silenciosa, sin paradas, solo pequeñas acciones o instalaciones que marcarían el lugar de las paradas del día siguiente. Parte del prater hacia Tacheles. Los artistas de la zona respondieron, con muy diversas propuestas, decidimos dejar campo libre, cada uno respondería desde su lugar y se uniría o no a la larga penitencia de una caminata de dos horas. Un publico numeroso salió tras el capullo y el extraño personaje mezcla de extraterrestre y enfermo sometido a las nuevas tecnologías medicas. La única consigna marcar el espacio de las grandes acciones diurnas.

En la noche se jugó con el elemento fuego, y la procesión se ve precedida por la intervención escandalosa de un grupo de artistas que arman un espectáculo obligando a los espectadores a soportar el grito de su fuego y de su voz. Arranca entonces la procesión, no pasa nada solo avanzamos caminando, Matty Bear, en zancos y vestido de oso de peluche organiza pequeñas acciones con sus ositos. Natasha Papadede se divierte escribiendo con cuerdas que luego enciende con fuego. Una casa cultural vistió a un grupo de jóvenes con trajes y antorchas logrando un efecto de kukusklan medieval. Yo me dediqué a envolver los espectadores en envoplast congelando un abrazo, una conversación o el acto de tomar cerveza. Alguien colocaba una marca con pintura blanca a cada paso, otros arrastraban una pequeñísima carreta sonora, Otro pasea una momia negra en medio de las intervenciones audiovisuales de fotógrafos de la zona modificando el entorno, todo parecía una fiesta muda e incomprensible a aquellos que desesperados buscaban espectáculo.

El ensimismado cortejo atraviesa las calles seguido por un publico que no se resiste a creer que no habrá otra cosa que una larga caminata. Todo parece estar dentro de la parada del arte, los inmensos basureros, el clochard que arrastra su viejo carro de mercado, las fiestas de algunos bares, el publico continúa y en su desesperación balan todos como ovejas, conversan y su cuchicheo parece una extraña letanía, cantan, intentan también quemar algo para oponerse a ese obstinado silencio. Camionetas policiales custodian, dirigen por momentos la inexplicable avanzada que parece burlarse de la gran ciudad.

Todo muere hasta el otro día a las doce del mediodía hora en que Berlín parece desperezarse, muy temprano para un domingo en que la noche fue larga. Partimos de Tacheles y las acciones toman el día, el elemento es el agua, ritos con agua, comida y sexo en el mismo silencio que solo se rompe al final con una banda callejera. De nuevo arrancan los objetos pero esta vez seguidos por un grupo de extrañas vestiduras que arrastran un pequeño publico que se va sumando poco a poco. La participación del publico se torna, los actores interpelan, mimetizan, juegan con el publico.

Las grandes acciones fueron el nacimiento, el baño ritual, el matrimonio, el entierro. Cada acción generaba otras acciones no previstas, trabajamos diferentes gradaciones de la lentitud en el avance, distanciamiento y acercamiento corporal con el publico, la dirección de actores in situ. Un arduo avanzar, una prueba de fuerza y resistencia corporal, una prueba de inteligencia actoral, de destreza en la improvisación.

Al poco tiempo de arrancar, la procesión se detiene frente a un edificio tomado por artistas, el nacimiento ocurre allí, aparece por la puerta un personaje inmenso, un monstruo parlante seguido por el grupo de actores. Portan una máscaras doradas que en lugar de ojos llevan prismas diferentes, la visión deformada, los actores avanzan por la calle adivinando el espacio, utilizando el tacto suben en andamios, en cajas de luz, atraviesan la calle buscando el peligro.

Este ejercicio anula prácticamente la actuación, se esta muy atento de no caerse de no pegarse y esto da una gestualidad especial no premeditada.

El baño ritual se realiza en espacio pequeño, una placita olvidada entre las calles, el agua baja de unas bolsitas instaladas a manera de matamoscas, los movimientos son en cámara lenta. Partimos luego a un parque, a una plaza en cuyo centro hay una escultura que representa una niña en cuclillas y un sapo, incomprensible para mí. Preguntando, me entero que hace referencia al cuento del príncipe convertido en sapo. Trabajamos entonces el espacio con pintura de agua verde, con unas esponjas acariciamos a los espectadores dejándoles la cara, o la nariz o las manos verdes, los artistas plásticos hicieron marcas en el piso e intervinieron la escultura con telas que luego mojaron de verde.

El matrimonio se realiza al salir del parque y nos dirigimos al banquete de boda, se realiza en un espacio publico, un restaurante que presenta eventos culturales, la comida es un gran plato de couscous que en largas cucharas se ofrece al capullo. La próxima gran acción se realiza en un baño publico moderno en donde unas parejas simulan diferentes posiciones en desenfrenado kamasutra, estas parejas salen por las calles seduciéndose agarrándose, persiguiéndose, besándose y de un baño publico antiguo salen pantaletas, interiores, sostenes, las mujeres juegan con unos falos gigantes que limitan las islas de la avenida. Estas acciones se van apagando y la pareja de plásticos van interviniendo los arboles con arcilla y pequeños elementos metálicos. En el entierro el grupo se cubre de arcilla se pega a los edificios y camina lentamente hacia el Prater en donde una extraña música los recibe para finalizar.

La experiencia en su totalidad me lleva a considerar algunos aspectos que parecen específicos al arte accional. El espectador por ejemplo, se transforma al no ofrecerle otra acción que la de caminar, como en el caso de la parada nocturna. El publico deja de ser tal, sin saber por qué sigue tras algo que no se explica y que va produciendo una especie de angustia que provoca tímidas intervenciones, pequeños actos de reacción violenta sin cuajar, conatos de acción colectiva que recuerdan los propósitos del happening, constreñidos por el respeto que impone un espacio publico.

La relación actor- espectador deviene un juego distinto, el lapso de tiempo de la acción se hace interpersonal, no hay personaje en sentido estricto, está abierta la posibilidad de todo, el permiso acordado para ser loco un rato. A pesar de la policía todo parecía estar permitido, sentarse en las piernas de una señora en un café, detener a alguien y mirarlo a los ojos, concede una sensación de poder muy diferente al que puede dar un cargo, una libertad de relación con el espacio y el tiempo que abre paréntesis en la cotidianidad.

A diferencia de trabajos anteriores, el Art Parade no pretendía atrapar, seducir al publico con efectos, grandes imágenes y música, se trataba de un rito, algo como un acto publico de una secta secreta. Una vez terminada esta larga vivencia, - cada sesión duró cuatro horas aproximadamente -, el cansancio me hizo pensar que efectivamente hubo algo de penitencia, un acto de sacrificio único e irrepetible. No pude evitar recordar los penitentes medievales, los flagelantes recorriendo las calles, mostrándose, ofreciendo en espectáculo su dolor y su locura. Extrañamente éramos seguidos en el desesperante silencio, nada más inútil que caminar sin un objetivo y sin embargo el publico se dejaba arrastrar pacientemente, permitía ser objeto de cualquier ocurrencia del momento. Podría pensarse en una reunión de un tipo de mártires nuevos, actores y espectadores que aman su verdugo.

Reflexiono de nuevo sobre lo efímero, esa palabra que no se despega del discurso sobre el arte de acción, la muerte implacable, la precariedad de la imagen que intenta salvarla de la muerte, su indescifrable extensión en el tiempo. Reconsidero la apertura de espacios temporales que van más allá de los límites de la permanencia de la obra, del deterioro gradual. Un tiempo interno que va configurando la acción en su discurrir y que continúa luego dinamizando la idea de acción realizada. Puedo ahora en la distancia reconstruir el Art parade, sentirlo como un elemento arcaico que perturbó un contexto muy High Tech, puedo verla como una forma dulce de terrorismo desestabilizador que opera en la indiferencia irónica de la gran ciudad.

Utilizando términos que cuadran difícilmente, puedo reapropiarme de un momento sicológico, definirlo conceptual y desestetizante, puedo intentar fijarlo en el discurso sin que por ello evite caer en el caos de su elástica condición.

Sería inútil precisar que esta especie de diario del Art Parade es posterior y que por supuesto es imposible experimentar una escritura en simultáneo a la acción.

El video, las fotos, el proyecto, los recuerdos contaminados, parecen abrir un segundo estado que prolonga la acción fuera de la órbita urbana haciéndola más intensa, mas llena de sentido una vez acabado el momento vivido.

Texto extraído de:
http://vereda.saber.ula.ve/estetica/gie/merysolartparade.htm