Francis Alÿs. Siete Caminatas en Londres. El sonido de lo invisible. José Manuel Springer


Francis Alÿs. Siete Caminatas en Londres. El sonido de lo invisible.
José Manuel Springer

Para el extranjero la ciudad de Londres es un entramado de túneles. Cada punto y barrio, lugar histórico o sitio de la moda está conectado por el underground, la red que se extiende bajo el piso, que mueve toda la carga humana. Caminar es un lujo, reconocer la distancia entre dos o más puntos: entre el Hyde Park y Oxford Street, dos paseos típicamente londindeses, ya es una oportunidad para conocer el ritmo de la ciudad a nivel de la calle. Es por ello que la reciente exposición de Francis Alÿs en Londres titulada Siete Caminatas por la Ciudad resulta reveladora no solo de Londres, sino de lo que es la urbe, sus minucias, sus pequeños grandes tesoros y los sonidos visibles de su historia.

El trayecto desde Paddington, donde se encuentra mi hotel, en la zona oeste de Londres, hasta Oxford Street y de ahí al número 21 de Portham Square comenzó con el inevitable descenso al túnel del metro. Bajar a la plataforma, abordar el chirriante tren que me lleva a Charing Cross en la Circle Line (amarilla), y de ahí transbordar a la línea Central (roja), para arribar a la estación Oxford St y ver la luz del (escaso) sol es un viaje en las profundidades de la ciudad, la extensión de las escaleras eléctricas me indica que no solo he viajado en distancia, pero también he descendido por lo menos 40 metros entre una mina llena de gente.

Es sábado en la tarde y la calle Oxford está llena de transeúntes que salen de compras, para aprovisionarse desde lo más sencillo, como el periódico, hasta la moda de las grandes tiendas departamentales y las boutiques de vanguardia. Las banquetas anchas son un torrente líquido de gente, todos se dirigen a un lugar y solo algunos (como yo)se detienen a mirar los típicos autobuses de dos pisos, los taxis negros, el puesto de castañas asadas. Una ligera lluvia ha empezado a caer, pero nada parece detener el intenso deambular circulatorio.

Ice 4 Milk (Hielo X Hielo). 2004-2005

Ice 4 Milk (Hielo X Hielo). 2004-2005

Al dar la vuelta por Orchard St., una de las calles laterales, de repente el ritmo cambia. Se reduce el número de comercios y de paseantes, y un parque pequeño, rodeado de una verja negra se ofrece como una posibilidad para llevar a pasear a los perros, estirarse y retomar el aire. A los costados de este parque se encuentran una docena de casas de igual traza, no son precisamente la morada de familias, están adaptadas para oficinas, consultorios, casas de cambio. La última casa, la de la esquina, alberga la exposición de Francis Alÿs. Es un recinto con aire doméstico, flaqueado por una reja negra, columnas y una puerta de madera tallada. En el interior los pisos son de duela, las paredes de color verde sepia, decoradas con marquetería de yeso; el espacio se siente envejecido y un poco abandonado, pero conserva las proporciones amplias y elegantes: el lugar para una familia acomodada de antaño. La residencia fue rentada por Artangel, la institución que financió el proyecto de Francis Alÿs, específicamente para dar cabida a los videos, pinturas, fotografías y documentación de la exposición, que no es poca.

Cada habitación cuenta con muebles de época, algunos sillones, mesas, lámparas, todo en estado de semi conservación, que denota un uso moderado; yo diría que los detalles han sido cuidados para dotar al lugar de ese ámbito espectral y antiguo que tiene el estudio de Alÿs en el centro de la Ciudad de México.

Desde hace cinco años el artista fue invitado a realizar un proyecto en Londres. Durante ese lustro las ideas fueron tomando forma, El modus operandi de Alÿs no es programar o construir una exposición, sino dejar que el tiempo haga su trabajo, que las cosas vayan cayendo en su lugar. El punto de partida inicial tiene que ver obviamente con el trabajo de Francis ha realizado a lo largo de su carrera: con la observación de la ciudad a través de caminatas errantes en las cuales va descubriendo personajes y situaciones que llaman su atención. Lo que frecuentemente atrae su mirada son esos diminutos desencuentros, esas fisuras que se producen con la mayor espontaneidad, como un par de hombres que cargan cada uno una pieza de una tuba, el perro que orina sobre un bloque de hielo y deja su marca, el sonido que produce un músico callejero. Los cinco sentidos y la percepción están constantemente estimulados y se sobreponen unos con otros. Para los que ya estamos familiarizados con su trabajo, no es difícil ver como todo en la exposición esta finamente tejido, como sus acciones corresponden coherentemente con sus intereses de antaño y corroboramos que el artista sigue siendo fiel a sí. Lo fascinante es disfrutar con la manera en que Francis sigue tejiendo esas relaciones, cómo las puede llevar de un contexto geográfico a otro, cómo une diferencias culturales y similitudes humanas, e incluso como refleja el comportamiento humano a través de animales.

The Nightwatch (La Guardia Nocturna). 2004


Caminar, cargar, mover y transportar son las constantes de su tránsito por el arte y por la vida. A partir de estas actividades tan prosaicas Francis Alÿs elabora listas de todo lo que puede relacionarse con ellas. Bien consideradas estas listas apuntan a un temperamento flemático y formulan una manera muy personal de sentirse digno de pertenecer al mundo. Como extranjero en México la actividad de Francis ha sido siempre un constante observar, reservándose una opinión sobre lo observado, marcando su distancia para situarse en el contexto como un mosca dentro de ciertos espacios físicos que tienen una connotación temporal (lo que sucedió) muy melancólica. Esto le da un perfil bajo a su persona artística, lo cual le permite conocer la realidad a nivel del piso, como el hombre común que se desplaza por el mundo guardando un diario de sus impresiones, que comparte con nosotros, siempre dejándonos adivinar sus sentimientos.

En el universo de Francis Alÿs se mezclan una serie de disciplinas como son la arquitectura, el dibujo y el sonido. Su temática aborda la manera en que se habita el espacio, cómo se le circunscribe para usos públicos y privados. A partir de la unión de estas surgen propuestas que lo acercan a una real utopía. En los videos de sus caminatas por Londres, las rejas negras y columnas blancas (un teclado de piano)que son de uso muy frecuente en todos los barrios y distritos residenciales, comerciales y académicos londinenses; estos fungen como elementos de cohesión de la diversidad de la ciudad. Puede ser que los diferentes estilos arquitectónicos, desde el neoclásico, al georgiano, hasta la más modesta hilera de casas para trabajadores, establezcan estereotipos y roles sociales, distancias insalvables para los que viven en esos lugares, pero en sus caminatas Francis estas diferencias se asimilan. Caminando, enfundado en una chamarra oscura, arrastra una baqueta de madera contra las rejas de hierro fundido o forjado, el golpe de los barrotes crea ritmos percusivos, que parecen espontáneos. Esas cadencias y ritmos son su manera de integrar música y arquitectura, integrando por lo menos para el extraño (el outsider, que a Francis siempre le ha gustado ser) las diferencias. Establece así sus propias categorías, que recuerdan a las novelas de Georges Perec, para concebir el mundo: qué rejas producen un mejor sonido, qué espacios entre barrotes pueden generar un ritmo más elocuente, qué extensión de una reja crea el mayor número de compases de 3/4. Esas categorías, que carecen de analogías en el mundo simbólico, son lo que a fin de cuentas hacen de su obra una dichosa manera de conocer y experimentar lo real desde otro parangón.

Guards (Guardias). 2004-2005

Railings (Barandales). 2004


Al subir por las escaleras de mármol de la casa, en la habitación principal, se exhibe el video Guards, una obra de larga duración que constituye el proyecto principal de la exposición. Guards es un performance, el registro de una acción ejecutada por 64 guardias reales que van a desfilar por la ciudad. El ritmo del video es el de una composición musical.

La guardia real del Palacio de Buckingham es una de esas típicas escenas que quedan grabadas en la memoria como el atractivo turístico de la capital inglesa. Su exótica vestimenta, el color rojo del saco que contrasta con el negro del casco afelpado que seduce por la extensión de la cabeza y la reducción de la cara. Su inmovilidad proverbial y el manierismo de su marcha son los dos opuestos que le dan a su comportamiento el tono de un ballet marcial, en extremo civilizado, elegante y frío.

Francis traza una coreografía que consiste en grabar a un soldado marchando solo por las calles de la City. Cuando éste soldado encuentra a otro ambos se unen y comienzan la marcha nuevamente hasta encontrar a otra pareja, así sucesivamente, hasta que se ha conformado un pequeño pelotón, que recorre las calles al azar uniéndose con otro hasta formar una perfecta escuadra. Cuando se ha juntado una escuadra de ocho filas y ocho columnas, el conjunto marcha hacia el puente más cercano, al llegar a este se detienen y rompen filas.

Como en otros trabajos del autor, las acciones van en crescendo hasta llegar a un punto climático, que generalmente es un sitio de encuentro, y la acción concluye casi instantáneamente. El sonido de la marcha crea el ritmo para la coreografía, la cámara de Rafael Ortega ofrece diversos ángulos desde los detalles de las botas golpeando el piso hasta tomas en picada de los soldados, que se mueven en un espacio desprovisto de otras personas. Esa soledad de las calles, habitadas únicamente por vehículos y otros objetos inertes, resulta muy similar a la de los cuadros y fotografías que se encuentran en la exposición. Hay un tono teatral en estos encuadres tan limpios; los sujetos ocupan la totalidad del espacio y sólo dejan lugar para el fondo arquitectónico o urbano. Esto me llama la atención por dos motivos: es difícil pensar que se pueda vaciar una calle en México o en Londres para grabar un video o tomar una foto, pero parece que para Francis esto es de suma importancia y para ello recurre a horas de la mañana en que las ciudades están dormidas (supongo); el otro factor es el orden, la manera en que las cosas se unen, se presentan y se modifican, pues aunque las grandes ciudades se caracterizan por ese interminable tránsito de personas y vehículos y caos de sus movimientos, en los videos y pinturas el movimiento sigue un paradójico azar ordenado, como el que se usó en la acción Cuando la Fe Mueve Montañas, en la coordinación de los cientos de voluntarios. Podría ser que para Francis todos estos voluntarios conforman un todo, un único caminante, una única voz, que no es otra que la suya.

El espacio y una acción depurada los que intenta aislar el artista a fin de crear una alegoría del caminante que arroja su mirada estructurante sobre la realidad, como lo hizo Piet Mondrian, colocando con su entramado de colores sobre Maniatan o el argentino Jorge Macchi al perforar los mapas de papel de ciudades para dejar una filigrana de calles, un orden puro, un pentagrama de notas intermitentes y ordenadas. También se da el movimiento opuesto. El azar, el encuentro con objetos y situaciones que habitan la calle. La cámara fotográfica registra una interminable secuencia de encuentros (sucede en las fotografías Ambulantes,1992-2002, que retratan a comerciantes y trabajadores del centro de la Ciudad de México). Para esta exposición Alÿs reunió una serie de fotografías proyectadas en un carrusel de diapositivas en las que registra con un encuadre a nivel de piso dos situaciones: la entrega de leche a la puerta en las residencias inglesas y la entrega de bloques de hielo en los comercios y estanquillos de México. La contraposición de imágenes es una forma de registro de caminatas en las que el descubre estos elementos comunes y distintos. Dónde se originan estas costumbres, por qué siguen operando, qué necesidades cubren y qué representan su presencias en la interpretación del espacio urbano. La clave tiene que ver con la forma en que se consumen estos productos: ambos llegan al destinatario final de manera cuasi anónima, sabemos su procedencia pero el momento de llegada es casi invisible. De repente aparecieran como salidos de la nada. Su existencia es contingente a un acuerdo entre consumidor y distribuidor, y el material es una especie de mensaje cifrado, que tiene sentido práctico para el emisor y su destinatario.

Guards (Guardias). 2004-2005


Una pieza sonora, Lesson 7, presentada en una grabación de audio en loop sobre una mesa de té, es lo que podría calificarse como una caminata coral, en la que el propio artista canta monosílabos (beep bop), que quizá son los sonidos mentales que se producen a la par los sonidos que produce con la baqueta sobre las rejas. Interrupción y repetición funcionan como estructuras simples de composición que generan una partitura minimalista que recuerda al original músico brasileño Tom Zé.

Joseph Beuys realizó una pieza irónica que lleva por título "Cómo explicar el arte a una liebre" en la que cubierto de hoja de oro y miel el artista sostiene entre sus brazos una liebre muerta, mientras le explica los cuadros de la exposición. Una paráfrasis de un San Francisco de Asís, que habla con los animales y les inculca un sentido moral a sus conductas. Cualquiera que haya visto el trabajo de Francis Alÿs conoce el papel central que ha reservado en su iconografía personal para los animales. No lejos de Oxford St. en la línea del metro que lleva a Leicester Square, se encuentra la National Portrait Gallery, un museo dedicado al género retratístico, que que Francis ha explorado de manera oblicua, a través de la obra de otros, en los retratos de la Fabiola. Pero que en esta ocasión le sirve de marco para presentar la pieza The Nightwatch (La Guardia Nocturna), un video realizado por medio de las cámaras de vigilancia del museo. En las salas se ha colocado un zorro salvaje, que recorre como un visitante aburrido y desesperado las salas del museo en busca de la salida o un lugar de descanso. En algunas de las cámaras se le puede observar viendo los cuadros de personajes de la aristocracia, husmeando las paredes o echado debajo de una banca. La pieza es una referencia además del panóptico, ese invento de la arquitectura del siglo XIX que sirvió de control y vigilancia en cárceles y hospitales. Pero también es un discurso sobre esa paranoia que vive una ciudad vigilada por miles de cámaras que observan todo el tiempo a la gente desplazándose en las calles y recintos públicos. Las mismas cámaras que registraron la presencia de los suicidas que hicieron explotar bombas en los túneles del metro.

Railings (Barandales). 2004


La cacería del zorro es para los ingleses algo equivalente a las corridas de toros de la cultura iberoamericana. Es una tradición y un deporte, en el que el animal le toca la peor parte. Grupos protectores de animales han presionado para que la temporada de cacería se prohíba del todo. No obstante, en el mes de noviembre, durante mi visita, se anunciaba ya el fin de la veda y las primeras decenas de zorros habían ya caído víctimas de la rapacidad de los cazadores.

Desde el punto de vista de la obra de Francis, los animales han funcionado como una suerte de alter ego de los individuos, señalando diferentes características psicológicas y sociológicas del medio en que viven. Así los perros en México son los compañeros y guardianes vigilantes, fieles protectores de sus amos con quienes comparten la misma suerte. El pavorreal que envió Alÿs a la Bienal de Venecia de 2003, era un signo de la vanidad del artista contemporáneo y de la incapacidad de apreciar la tarea del artista en un contexto extraño. El zorro en este caso opera dentro de la galería con los retratos de los grandes personajes como el extraño ladrón, el escurridizo intruso que confronta la presencia de las autoridades manifestadas en los retratos de nobles, aristócratas y líderes políticos.

Siete Caminatas en Londres (2004-05) es un estudio de la ciudad como ente vivo, una suerte de sociología estética con referencias a la literatura, la historia, los iconos y las alegorías arquitectónicas. Francis Alÿs es ese intruso andarín, un Johnny Walker, que con su larga figura envuelta en un saco pardo recoge los fragmentos más indescriptibles que nos devuelven el tacto y sentido de un mundo a nivel de la calle.

Artículo extraído de:
http://replica21.com/archivo/articulos/s_t/387_springer_alys.html