2001: Odisea del Performance. Mónica Mayer
2001: Odisea del Performance
Mónica Mayer
No puedo creer que el 2001 ya se evaporó. Creció soñando con el año uno del nuevo milenio como ese futuro incierto pero lleno de aventuras que planteó Stanley Kubric y resulta que ya no le queda ni un día. En esa época, cuando ni siquiera usábamos calculadoras en la escuela, no había correo electrónico y al PRI todavía le quedaban varias décadas en el poder, difícilmente vislumbraba estos tiempos en los que hasta el terrorismo se ha desbordado.
¿Y el arte? ¿Acaso en el 2001, año en el que la ficción nos alcanzó como un destino inevitable en el que las torres se derrumban y la partenogénesis está por convertirse en realidad, el arte se ha comportado a la altura? ¿La reflexión de los artistas globalizados transformó nuestra percepción, nuestra forma de sentir y de pensar la realidad? ¿El 2001 fue un año de odiseas artísticas hacia nuevos universos? Pues no. Por lo menos en México, parece que más que una odisea espacial hacia horizontes desconocidos lo que emprendimos fue un viaje al fondo del mar. Ni siquiera el ansiado cambio de partido en el poder hizo que la imaginación de los artistas arrasara con el público. Entre que las autoridades se pasaron todo un año como gallina sin cabeza tratando de definir el concepto de "ciudadanización" que abandera el proyecto del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y en lo que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) invadía todos los museos con algo que han dado en llamar "arte contemporáneo" en un afán de sentirse modernos, aunque más bien lo que se nota es falta de rigor en los perfiles de los recintos museísticos, en términos de producción artística, el 2001 resultó bastante gris.
En estos papeles, en estricto delicados ensambles que forman largas zonas casi monocromáticas, puede advertirse ese homenaje a la libertad de las formas en contraposición al soporte que las contiene. Cuando me refiero a esa libertad no dejo de lado la existencia de una estructura interna que, aunque existe, es igualmente libre y lúdica. El gato, el niño, los graffitis, los árboles y hasta los pájaros, están presentes con un lenguaje de enorme suavidad que a un tiempo no le resta la decisión dibujística que desde hace tanto la caracteriza.
En el performance, que sigue siendo el campo que más me entusiasma, hubo una implosión. En lugar de volcarse a las calles, los artistas abrieron espacios de reflexión, de intimidad. Esto creó un cierto silencio que algunos interpretaron como la muerte del performance, o de perdis su agonía. Yo, la eterna optimista, creo que fue un año en el que se sembró. La primera señal que detecté de que los artistas estaban en franco proceso de introspección fue en enero, cuando Luis Orozco, Pilar Villela, Alfredo Ramírez Castruita y el finlandés Vesa-Pekka Rannikko intervinieron su propia casa con instalaciones y acciones. Sin que nos diéramos cuenta, Pilar nos repetía una serie de frases a todos los asistentes, nos llevaba a su recámara y nos abandonaba a tratar de diferenciar entre las instalaciones y el orden dinámico del cuarto en el que, de repente, un espejo hacía que una palabra se reflejara sobre un muro. Luis nos bailó a todos en su cuarto. En lo obscurito. Adiós a la calle y a los públicos involuntarios. Bye-bye a la legitimación institucional. El performance se refugió en la cocina.
Elvira Santamaría
Pancho López y Shelley Cook en El Epicentro
Vesa-Pekka Rannikko: Sin título, 2001
El fenómeno llegó al extremo en noviembre, cuando el festival Vive Latino invitó a una docena de performanceros a realizar piezas muy íntimas que involucraran al público masivo de este evento musical. Así, intercambiar una historia, tomarse una fotografía o recibir un masajito de pantorrilla, resultaron sutiles corazas de individualismo dentro de un ambiente en el que la masa te podía transportar tres metros sin que movieras un músculo y la lluvia de botellas entre las gradas y el piso era tan importantes como la música. Milton Zayas caminaba entre la multitud con una larga almohada, la tiraba al suelo y la pateaba. De inmediato brotaban performanceros involuntarios. Dos tres patadas, una cascarita de catarsis y el partido acababa.
Milton Zayas: Acción-Tiempo, 2001.
Alex Dorfsman: Composición, 2001.
En el 2001, el performance mexicano que no sucedió en la intimidad, se llevó a cabo en el extranjero. En febrero, Pilar Villela, Lorena Wolffer y Elvira Santamaría se presentaron en el National Review of Live Art, que es el festival más antiguo de performance en Gran Bretaña. El tema central de la obra de las tres fue la otredad, ya sea como mujeres, como mexicanas en un contexto gringo o europeo, o esa a la que inducen las guerras económicas disfrazadas de conflictos religiosos o culturales. Elvira, tan sencilla y poética como siempre, trabajó con los elementos que habitualmente utiliza para hablar de la economía y el poder desde un punto de vista humano: un billete, unas canicas y un largo pedazo de tubería. Recortó con sus manos a la Reina Isabel del billete, la vistió con un paliacate, la colgó como títere de un hilo y terminó arrojándole las canicas a través del tubo. Ese día Gran Bretaña había bombardeado a Iraq.
Carolina Esparragoza: Sujeto morfológico, 2001
Alma Sandoval: Texturas, 2001
A mí me tocó contextualizar el trabajo de estas tres artistas con la conferencia magistral DEL BOOM AL BANG: PERFORMANCERAS MEXICANAS 70-2000 en la que, además de recorrer la historia, puntualicé algunos de los cambios de actitud de las artistas más jóvenes para quienes las cuestiones de género parecen ser algo del pasado aunque su trabajo haga constante referencia a ellas. Por esas mismas fechas en el Reina Sofía en Madrid se presentó el ciclo CARTOGRAFÍAS DEL DESEO que curó Esther Regueira y que incluye una amplia selección performances para televisión, piezas para video y video-arte femenino latinoamericano pionero (Marta Minujín, Lygia Clark, Cecilia Vicuña, Ana Mendieta, etc.). Ahí se presentó MADRE POR UN DÍA del grupo de arte feminista Polvo de Gallina Negra que Maris Bustamante y yo fundamos en 1983. La pieza consistió en ir a Nuestro Mundo, el programa de Guillermo Ochoa, para nombrarlo, precisamente, madre por un día. La acción duró unos 20 minutos: le colocamos una panza y su corona de reina del hogar a Ochoa y hablamos sobre diversos aspectos de la maternidad. Hacía poco Maris y yo nos habíamos embarazado para llevar a cabo este proyecto con la ayuda de nuestros maridos quienes, como artistas solidarios, nos apoyaron. En este ciclo también se presentaron videos de Pola Weiss, de quien este año salió publicada su primera biografía: POLA WEISS: PIONERA DEL VIDEO-ARTE EN MÉXICO de Dante Hernández Miranda. En el 2001 se empezó a contar la historia de las performanceras mexicanas.
Pero hubo muchos otros viajes. Elvira Santamaría asistió a BLURRR, la bienal internacional de performance en Israel y al Festival Internacional de Performance en San Sebastián. Katnira Bello participó en el Sexto NIPAS, uno de los festivales más antiguos en Japón, César Martínez en la Bienal de la Habana, Lorena Wolffer se presentó en Canadá tras una residencia en el Western Front de Vancouver y desde mayo del 2001, Felipe Ehrenberg ha estado realizando una pieza llamada El Diplomático en Brasil, mismo que él describe como una "performa continua con maletín, trajes y corbatas". Los artistas fueron candiles de la calle, pero en la casa hubo obscuridad.
Para el performance, el 2001 también fue un año de estudio pues cundieron los talleres de performance. Elvira Santamaría los impartió en Ex-Teresa y en Arteum, Pancho López en el Museo Carrillo Gil y el Chopo, Lorena Wolffer en el Claustro de Sor Juana, Víctor Lerma los dio en el FARO de Iztapalapa y a Tuxtla Gutiérrez. Para todos hubo público y no solo entre los jóvenes ya que también asistieron profesionistas, amas de casa y adolescentes. El performance ya no sólo es de los artistas.
Los académicos también irrumpieron en la escena este año. En mayo, Lorena Wolffer organizó el ciclo de conferencias TRANSITANDO LÍMITES: PERFORMANCE TODAVÍA en el Centro de las Artes con la participación de performanceros de la vieja guardia como Víctor Muñoz o Melquíades Herrera y jóvenes como Emma Villanueva. El auditorio estaba a reventar. Así mismo, la ciudad de Monterrey fue seleccionada por el Hemispheric Institute for Performance and Politics para realizar su congreso anual PERFORMANCE AND POLITICS IN THE AMERICAS: MEMORY, ATROCITY AND RESISTANCE. Fue en junio y por parte de México participaron, entre otros, Astrid Haddad, Maris Bustamante y la mismísima Jesusa Rodríguez. Como este congreso reúne distintas disciplinas escénicas, se desató tremenda polémica: Fernando de Ita se puso como chancla al performance en su artículo MEMORIA, ATROCIDAD Y RESISTENCIA (Reforma, domingo 24 de junio), aunque Antonio Prieto, uno de los pocos teóricos dedicados al estudio del performance en México, lo defendió con galanura en su texto LAS EXCENTRICIDADES DEL PERFORMANCE (Reforma, domingo 1 de julio).
Otras instituciones también le abrieron sus puertas al performance. La Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM celebró su 50 aniversario con las JORNADAS DE PERFORMANCE 10:45/5:45, en las que hubo mesas redondas y acciones. Y, en agosto, el Poli presentó sus JORNADAS DE PERFORMANCE EN EL POLITÉCNICO. Y bueno, Ex-Teresa: Arte Actual no se quedó atrás y a principios de año se presentaron las ya casi tradicionales JORNADAS DE NIVELACIÓN DEL OXÍGENO con obra de nóveles performanceros.
Lorena Wolffer: Cartel promocional
César Martínez: Performance en La Habana
Pancho López: Performance en Nueva York.
La señal más clara de la reflexión en torno al performance se empieza a fortalecer sea la llegada de varias publicaciones. Aparte del libro sobre Pola, también se publicó UNA DÉCADA Y PICO DE TEXTOS DE PERFORMANCE, que reúne más de un centenar de artículos de mi autoría publicados en El Universal desde 1988 y para celebrar el décimo aniversario del Festival de Performance, el INBA publicó CON EL CUERPO POR DELANTE: 47882 MINUTOS DE PERFORMANCE que documenta todos los festivales.
El punto flaco del performance en el 2001 fue Ex-Teresa: Arte Actual, que se caracterizó por sus desniveles. En julio presentó el III Festival Internacional de Arte Sonoro, que contó con artistas internacionales como Oswaldo Maciá, conferencistas como îscar Abril Ascaso, curador del Festival Sonar, el reconocido músico electrónico Kazuyaki K. Null, así como varios artistas nacionales. Atrajo un público masivo y fue de buen nivel. Pero en octubre se efectuó la Décima Muestra Internacional de Performance (MIP), que, con el título LA VIDA EN OTRO PLANETA, más bien expresó lo que quisiéramos hacer al ver festivales tan chafas.
Por último, la baja calidad de la MIP, la noticia de que se convierte en bienal, el temor de que cierre Ex-Teresa: Arte Actual tras la destitución de Ignacio Toscano del INBA ha hecho que un grupo de performanceros empiece a organizarse. Como dije, en el 2001 se sembró.
Texto extraído de:
http://www.replica21.com
Mónica Mayer
No puedo creer que el 2001 ya se evaporó. Creció soñando con el año uno del nuevo milenio como ese futuro incierto pero lleno de aventuras que planteó Stanley Kubric y resulta que ya no le queda ni un día. En esa época, cuando ni siquiera usábamos calculadoras en la escuela, no había correo electrónico y al PRI todavía le quedaban varias décadas en el poder, difícilmente vislumbraba estos tiempos en los que hasta el terrorismo se ha desbordado.
¿Y el arte? ¿Acaso en el 2001, año en el que la ficción nos alcanzó como un destino inevitable en el que las torres se derrumban y la partenogénesis está por convertirse en realidad, el arte se ha comportado a la altura? ¿La reflexión de los artistas globalizados transformó nuestra percepción, nuestra forma de sentir y de pensar la realidad? ¿El 2001 fue un año de odiseas artísticas hacia nuevos universos? Pues no. Por lo menos en México, parece que más que una odisea espacial hacia horizontes desconocidos lo que emprendimos fue un viaje al fondo del mar. Ni siquiera el ansiado cambio de partido en el poder hizo que la imaginación de los artistas arrasara con el público. Entre que las autoridades se pasaron todo un año como gallina sin cabeza tratando de definir el concepto de "ciudadanización" que abandera el proyecto del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y en lo que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) invadía todos los museos con algo que han dado en llamar "arte contemporáneo" en un afán de sentirse modernos, aunque más bien lo que se nota es falta de rigor en los perfiles de los recintos museísticos, en términos de producción artística, el 2001 resultó bastante gris.
En estos papeles, en estricto delicados ensambles que forman largas zonas casi monocromáticas, puede advertirse ese homenaje a la libertad de las formas en contraposición al soporte que las contiene. Cuando me refiero a esa libertad no dejo de lado la existencia de una estructura interna que, aunque existe, es igualmente libre y lúdica. El gato, el niño, los graffitis, los árboles y hasta los pájaros, están presentes con un lenguaje de enorme suavidad que a un tiempo no le resta la decisión dibujística que desde hace tanto la caracteriza.
En el performance, que sigue siendo el campo que más me entusiasma, hubo una implosión. En lugar de volcarse a las calles, los artistas abrieron espacios de reflexión, de intimidad. Esto creó un cierto silencio que algunos interpretaron como la muerte del performance, o de perdis su agonía. Yo, la eterna optimista, creo que fue un año en el que se sembró. La primera señal que detecté de que los artistas estaban en franco proceso de introspección fue en enero, cuando Luis Orozco, Pilar Villela, Alfredo Ramírez Castruita y el finlandés Vesa-Pekka Rannikko intervinieron su propia casa con instalaciones y acciones. Sin que nos diéramos cuenta, Pilar nos repetía una serie de frases a todos los asistentes, nos llevaba a su recámara y nos abandonaba a tratar de diferenciar entre las instalaciones y el orden dinámico del cuarto en el que, de repente, un espejo hacía que una palabra se reflejara sobre un muro. Luis nos bailó a todos en su cuarto. En lo obscurito. Adiós a la calle y a los públicos involuntarios. Bye-bye a la legitimación institucional. El performance se refugió en la cocina.
El fenómeno llegó al extremo en noviembre, cuando el festival Vive Latino invitó a una docena de performanceros a realizar piezas muy íntimas que involucraran al público masivo de este evento musical. Así, intercambiar una historia, tomarse una fotografía o recibir un masajito de pantorrilla, resultaron sutiles corazas de individualismo dentro de un ambiente en el que la masa te podía transportar tres metros sin que movieras un músculo y la lluvia de botellas entre las gradas y el piso era tan importantes como la música. Milton Zayas caminaba entre la multitud con una larga almohada, la tiraba al suelo y la pateaba. De inmediato brotaban performanceros involuntarios. Dos tres patadas, una cascarita de catarsis y el partido acababa.
En el 2001, el performance mexicano que no sucedió en la intimidad, se llevó a cabo en el extranjero. En febrero, Pilar Villela, Lorena Wolffer y Elvira Santamaría se presentaron en el National Review of Live Art, que es el festival más antiguo de performance en Gran Bretaña. El tema central de la obra de las tres fue la otredad, ya sea como mujeres, como mexicanas en un contexto gringo o europeo, o esa a la que inducen las guerras económicas disfrazadas de conflictos religiosos o culturales. Elvira, tan sencilla y poética como siempre, trabajó con los elementos que habitualmente utiliza para hablar de la economía y el poder desde un punto de vista humano: un billete, unas canicas y un largo pedazo de tubería. Recortó con sus manos a la Reina Isabel del billete, la vistió con un paliacate, la colgó como títere de un hilo y terminó arrojándole las canicas a través del tubo. Ese día Gran Bretaña había bombardeado a Iraq.
A mí me tocó contextualizar el trabajo de estas tres artistas con la conferencia magistral DEL BOOM AL BANG: PERFORMANCERAS MEXICANAS 70-2000 en la que, además de recorrer la historia, puntualicé algunos de los cambios de actitud de las artistas más jóvenes para quienes las cuestiones de género parecen ser algo del pasado aunque su trabajo haga constante referencia a ellas. Por esas mismas fechas en el Reina Sofía en Madrid se presentó el ciclo CARTOGRAFÍAS DEL DESEO que curó Esther Regueira y que incluye una amplia selección performances para televisión, piezas para video y video-arte femenino latinoamericano pionero (Marta Minujín, Lygia Clark, Cecilia Vicuña, Ana Mendieta, etc.). Ahí se presentó MADRE POR UN DÍA del grupo de arte feminista Polvo de Gallina Negra que Maris Bustamante y yo fundamos en 1983. La pieza consistió en ir a Nuestro Mundo, el programa de Guillermo Ochoa, para nombrarlo, precisamente, madre por un día. La acción duró unos 20 minutos: le colocamos una panza y su corona de reina del hogar a Ochoa y hablamos sobre diversos aspectos de la maternidad. Hacía poco Maris y yo nos habíamos embarazado para llevar a cabo este proyecto con la ayuda de nuestros maridos quienes, como artistas solidarios, nos apoyaron. En este ciclo también se presentaron videos de Pola Weiss, de quien este año salió publicada su primera biografía: POLA WEISS: PIONERA DEL VIDEO-ARTE EN MÉXICO de Dante Hernández Miranda. En el 2001 se empezó a contar la historia de las performanceras mexicanas.
Pero hubo muchos otros viajes. Elvira Santamaría asistió a BLURRR, la bienal internacional de performance en Israel y al Festival Internacional de Performance en San Sebastián. Katnira Bello participó en el Sexto NIPAS, uno de los festivales más antiguos en Japón, César Martínez en la Bienal de la Habana, Lorena Wolffer se presentó en Canadá tras una residencia en el Western Front de Vancouver y desde mayo del 2001, Felipe Ehrenberg ha estado realizando una pieza llamada El Diplomático en Brasil, mismo que él describe como una "performa continua con maletín, trajes y corbatas". Los artistas fueron candiles de la calle, pero en la casa hubo obscuridad.
Para el performance, el 2001 también fue un año de estudio pues cundieron los talleres de performance. Elvira Santamaría los impartió en Ex-Teresa y en Arteum, Pancho López en el Museo Carrillo Gil y el Chopo, Lorena Wolffer en el Claustro de Sor Juana, Víctor Lerma los dio en el FARO de Iztapalapa y a Tuxtla Gutiérrez. Para todos hubo público y no solo entre los jóvenes ya que también asistieron profesionistas, amas de casa y adolescentes. El performance ya no sólo es de los artistas.
Los académicos también irrumpieron en la escena este año. En mayo, Lorena Wolffer organizó el ciclo de conferencias TRANSITANDO LÍMITES: PERFORMANCE TODAVÍA en el Centro de las Artes con la participación de performanceros de la vieja guardia como Víctor Muñoz o Melquíades Herrera y jóvenes como Emma Villanueva. El auditorio estaba a reventar. Así mismo, la ciudad de Monterrey fue seleccionada por el Hemispheric Institute for Performance and Politics para realizar su congreso anual PERFORMANCE AND POLITICS IN THE AMERICAS: MEMORY, ATROCITY AND RESISTANCE. Fue en junio y por parte de México participaron, entre otros, Astrid Haddad, Maris Bustamante y la mismísima Jesusa Rodríguez. Como este congreso reúne distintas disciplinas escénicas, se desató tremenda polémica: Fernando de Ita se puso como chancla al performance en su artículo MEMORIA, ATROCIDAD Y RESISTENCIA (Reforma, domingo 24 de junio), aunque Antonio Prieto, uno de los pocos teóricos dedicados al estudio del performance en México, lo defendió con galanura en su texto LAS EXCENTRICIDADES DEL PERFORMANCE (Reforma, domingo 1 de julio).
Otras instituciones también le abrieron sus puertas al performance. La Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM celebró su 50 aniversario con las JORNADAS DE PERFORMANCE 10:45/5:45, en las que hubo mesas redondas y acciones. Y, en agosto, el Poli presentó sus JORNADAS DE PERFORMANCE EN EL POLITÉCNICO. Y bueno, Ex-Teresa: Arte Actual no se quedó atrás y a principios de año se presentaron las ya casi tradicionales JORNADAS DE NIVELACIÓN DEL OXÍGENO con obra de nóveles performanceros.
La señal más clara de la reflexión en torno al performance se empieza a fortalecer sea la llegada de varias publicaciones. Aparte del libro sobre Pola, también se publicó UNA DÉCADA Y PICO DE TEXTOS DE PERFORMANCE, que reúne más de un centenar de artículos de mi autoría publicados en El Universal desde 1988 y para celebrar el décimo aniversario del Festival de Performance, el INBA publicó CON EL CUERPO POR DELANTE: 47882 MINUTOS DE PERFORMANCE que documenta todos los festivales.
El punto flaco del performance en el 2001 fue Ex-Teresa: Arte Actual, que se caracterizó por sus desniveles. En julio presentó el III Festival Internacional de Arte Sonoro, que contó con artistas internacionales como Oswaldo Maciá, conferencistas como îscar Abril Ascaso, curador del Festival Sonar, el reconocido músico electrónico Kazuyaki K. Null, así como varios artistas nacionales. Atrajo un público masivo y fue de buen nivel. Pero en octubre se efectuó la Décima Muestra Internacional de Performance (MIP), que, con el título LA VIDA EN OTRO PLANETA, más bien expresó lo que quisiéramos hacer al ver festivales tan chafas.
Por último, la baja calidad de la MIP, la noticia de que se convierte en bienal, el temor de que cierre Ex-Teresa: Arte Actual tras la destitución de Ignacio Toscano del INBA ha hecho que un grupo de performanceros empiece a organizarse. Como dije, en el 2001 se sembró.
Texto extraído de:
http://www.replica21.com