De los despreciadores del cuerpo. Friedrich Nietzsche

De los despreciadores del cuerpo.
Friedrich Nietzsche


A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben
aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su
propio cuerpo - y así enmudecer.

«Cuerpo soy yo y alma» - así hablaba el niño. ¿Y por qué no hablar
como los niños?

Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y
ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el
cuerpo.

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único
sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.

Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, a la que llamas
«espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran
razón.

Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa más grande
aún, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa
no dice yo, pero hace yo.

Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene
dentro de sí su término. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte
de que ellos son el término de todas las cosas: tan vanidosos son.

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se
encuentra todavía el si-mismo. El sí-mismo busca también con los ojos
de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.

El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga,
conquista, destruye. El domina y es también el dominador del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra
un soberano poderoso, un sabio desconocido - llamase sí-mismo. En tu
cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay mas razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe
para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué son para
mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento? se dice. Un rodeo hacia
mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos».

El sí-mismo dice al yo: «¡siente dolor aquí! » Y el yo sufre y
reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para ello debe pensar.

El sí-mismo dice al yo: « ¡siente placer aquí!» Y el yo se alegra y
reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para ello debe
pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su
despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y
el despreciar, y el valor y la voluntad?

El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se
creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí
el espíritu como una -mano de su voluntad.

Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del
cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro
sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida.

Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: -crear por encima de sí.
Eso es lo que más quiere, ese es todo su ardiente deseo.

Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por
ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del
cuerpo.

¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os
convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois
capaces de crear por encima de vosotros.

Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una
inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.

¡Yo no voy por vuestro camino, depredadores del cuerpo! ¡Vosotros no
sois para mí puentes hacía el superhombre! -


Extraído del libro Así habló Zaratustra
Friedrich Nietzsche