Bas Jan Ader: Una obra en tres caídas. Gabriela Galindo
Bas Jan Ader: Una obra en tres caídas
Gabriela Galindo (galindo_gg@hotmail.com)
Primera caída
Ader se avienta en bicicleta a un canal en la Ciudad de Ámsterdam. Ader se cuelga de un árbol y se mantiene el mayor tiempo posible hasta que termina por caer en un río. Ader se sube a la azotea de su casa, rueda por el techo inclinado y cae al suelo y así, siguen las caídas, una tras otra, en la calle, en el bosque, en el agua.
Bas Jan Ader plantea la caída como una metáfora existencialista. El ser humano, que es libre por naturaleza, utiliza esa libertad para provocar su propia caída y con ella caen ideologías, historias, tradiciones y hasta el alma misma.
Bas Jan Ader, Documentación del filme Fall II, Ámsterdam, 1970
Bas Jan Ader, Documentación del performance al lanzarse desde la azotea, 1970
Y hablo del alma no sólo como un simple referente, la obra de Ader es un trabajo que se desarrolla a partir del uso de su cuerpo, como objeto y sujeto de su trabajo. Dentro de las más antiguas y difundidas concepciones filosóficas del cuerpo encontramos aquella que lo considera como el instrumento del alma. Hablar del alma hoy puede resultar un tanto arcaico, actualmente el alma es entendida en términos de conciencia y ésta ha servido a menudo para presentar nuevos ideales o reglas aún no aceptados por la moral corriente. Se ha recurrido a la conciencia para sostener la insurrección y la lucha contra la autoridad o para mostrar el carácter de lo incierto de las tradiciones, creencias e ideas constituidas.
Ader se avienta y cae, con su cuerpo y con su pensamiento, en una muestra de libertad plena, ausente de condiciones o límites y así, manifiesta su libertad, consistente en la capacidad de actuar o no como consecuencia de su elección. Es muy difícil reconocer las influencias o conexiones que Ader tuvo en el tema de la caída. Muchos artistas del performance, el teatro y la danza en la década de los 60 experimentaron con caídas reales y ficticias. Yvonne Raider, cineasta sesentera, exploró el movimiento corporal y la caída como el más común de los movimientos. Recordemos también el estúpido intento de Bruce Nauman por levitar en su estudio o la fotografía de Yves Klein lanzándose al espacio desde la cornisa de una casa. La diferencia con la obra de Ader es que éste presenta una mezcla de ironía y romanticismo dramático. Combina la comicidad al estilo Buster Keaton con la exaltación de su propia destrucción.
Bas Jan Ader, Documentación del performance al caer al río, 1971.
Bas Jan Ader, I’m too sad to tell you, 1971.
Segunda caída
La obra de Ader es una combinación de crítica, tragedia y sarcasmo. La melancolía manifiesta en el arte europeo mezclada con el sueño americano, Holywood y la televisión. Sin embargo existe una sensación de pérdida o tristeza en casi toda su obra. En la serie I’m too sad to tell you, Ader se fotografía llorando, unos lagrimones recorren sus mejillas en una especie de cliché trági-cómico.
A diferencia de otros artistas conceptuales Ader registraba sus acciones al momento y trabajaba con las fotografías o filmes para construir una narrativa de la acción. Lo que caracteriza su trabajo es el performance centrado en el cuerpo y la actuación con un objetivo narrativo. La “puesta en escena” de su tragedia examina categorías que giran en torno a la caída del hombre, la obsesiva búsqueda de significados, las inevitables despedidas y dudosos retornos.
Bas Jan Ader nació en 1942 en Winschoten, Holanda. Desde 1963 hasta su temprana muerte en 1975 vivió predominantemente en California. Consciente de sus raíces europeas manifiesto un cuestionamiento de las añejas tradiciones del arte. Una muestra de esto es el filme Flowerwork, donde sólo se ve parte del cuerpo de Ader vestido de negro, arreglando un ramillete. Cuidadosamente selecciona las flores en una secuencia de colores. En el proceso se observa como el jarrón pasa de ser multicolor a monocromático y al final regresa a los tres colores primarios. Esta acción muestra el cuestionamiento hacia la tradición modernista, en homenaje irónico a la pintura de Mondrian.
Bas Jan Ader, Untitled (Flowerwork), 1974
Tobías Ostrander, curador de la muestra, señaló las referencias alusivas de Ader hacia un romanticismo decimonónico y teorías de lo sublime. La obra The Elements es una imagen del artista parado en medio de un paraje natural enorme y melancólico, composición en la que Ader sugiere ambientes que se asemejan a los utilizados por el pintor alemán del siglo XIX Caspar David Friedrich.
Para Ader el arte no era una respuesta, fue una búsqueda y un camino. Como en la vida: no hay certezas, ni seguridad de no caer o fracasar durante el trayecto.
Ban Jas Ader, Farewell to Faraway Friend , 1971.
Caspar D. Friedrich,
Caminante sobre el mar de nubes. 1875
Ante lo que podría pensarse, una de las acciones más contundentes del trabajo de Ader no fue una de sus caídas sino la pieza que representa una metáfora sutil de la caída, The boy who fell over Niagara Falls. En esta obra se ve al artista sentado en una silla cerca de una mesa en la que está colocada una pequeña lámpara y un vaso con agua. Ader, sin mirar a la cámara lee un artículo del Reader’s Digest acerca de un niño que sobrevivió después de haber caído en las cataratas del Niagara. Ader lee la historia lentamente, haciendo breves pausas entre fase y frase para tomar un trago de agua. Cuando la historia concluye y se ha terminado el vaso de agua, se levanta y sale de cuadro. Esta obra contiene elementos que fueron importantes para Ader en la última fase de su obra: la caída, el agua, el tiempo y el riesgo de muerte.
Tercera y última caída
Es más fácil admirar a un artista conceptual muerto que a uno vivo. El mito que rodea a Bas Jan Ader y su extraña desaparición lo convirtieron en casi un héroe —triste destino para quien quiso ser justamente lo contrario. La intensidad de su obra parece agrandarse por el hecho de ser un artista atrevido que desapareció misteriosamente a la edad de 33 años, cuando iniciaba la segunda fase de su obra In Search of the Miraculous.
Su búsqueda lo llevó a la muerte, un viaje que simbólicamente representaba la última afrenta, el riesgo de caer al vacío explorando los límites de una tierra plana y finita. Así, en el verano de 1975 se embarcó en un pequeño bote, se armó de provisiones e inició el trayecto que debería llevarlo desde Cape Cod, Massachussets hasta Falmouth, Inglaterra.
Bas Jan Ader
In Search of the Miraculous, 1975
Pero Ader nunca llegó, a las pocas semanas de su partida se perdió el contacto con su embarcación y ocho meses después se encontró su bote a la deriva cerca de las costas de Irlanda; su cuerpo nunca fue hallado. Algunos de sus alumnos pensaron que su desaparición era sólo una más de sus bromas, había quien afirmaba que Ader estaba vivo paseándose por las playas de California. Pero hoy, casi treinta años después, sigue desaparecido.
Cuando se dio constancia de su desaparición, su hermano encontró en el escritorio de Bas en la Universidad de California, donde era maestro, una copia del libro The Strange Last Voyage of Donald Crowhurst, testimonio de un marinero que emprende un solitario viaje alrededor del mundo y de cómo pierde el juicio y la vida. Esto hizo suponer que Ader mismo sabía que pretendía realizar un viaje sin retorno. Habría que pensar si algunas de sus obras anteriores no eran, desde entonces, un anuncio de su partida final como Farewell to Faraway Friends o la fotografía donde presenta sus ropas extendidas sobre el techo de su casa, como si estuviera a punto de empacarlas en una maleta. Ambas obras son muestras claras de una despedida.
Ader dejó una obra breve y contundente, su trabajo ha sido influencia e inspiración para artistas contemporáneos que ven en el arte un viaje y un proceso de descubrimiento. Como Ader mismo expresó: “El mar, la tierra, el artista, tristemente saben que ellos, no serán más”.
Bas Jan Ader
In Search of the Miraculous, 1975
Arte y proyecto Bulletin, no. 89
Texto extraído de:
http://www.replica21.com/archivo/articulos/g_h/331_galindo_ader.html
Gabriela Galindo (galindo_gg@hotmail.com)
Primera caída
Ader se avienta en bicicleta a un canal en la Ciudad de Ámsterdam. Ader se cuelga de un árbol y se mantiene el mayor tiempo posible hasta que termina por caer en un río. Ader se sube a la azotea de su casa, rueda por el techo inclinado y cae al suelo y así, siguen las caídas, una tras otra, en la calle, en el bosque, en el agua.
Bas Jan Ader plantea la caída como una metáfora existencialista. El ser humano, que es libre por naturaleza, utiliza esa libertad para provocar su propia caída y con ella caen ideologías, historias, tradiciones y hasta el alma misma.
Y hablo del alma no sólo como un simple referente, la obra de Ader es un trabajo que se desarrolla a partir del uso de su cuerpo, como objeto y sujeto de su trabajo. Dentro de las más antiguas y difundidas concepciones filosóficas del cuerpo encontramos aquella que lo considera como el instrumento del alma. Hablar del alma hoy puede resultar un tanto arcaico, actualmente el alma es entendida en términos de conciencia y ésta ha servido a menudo para presentar nuevos ideales o reglas aún no aceptados por la moral corriente. Se ha recurrido a la conciencia para sostener la insurrección y la lucha contra la autoridad o para mostrar el carácter de lo incierto de las tradiciones, creencias e ideas constituidas.
Ader se avienta y cae, con su cuerpo y con su pensamiento, en una muestra de libertad plena, ausente de condiciones o límites y así, manifiesta su libertad, consistente en la capacidad de actuar o no como consecuencia de su elección. Es muy difícil reconocer las influencias o conexiones que Ader tuvo en el tema de la caída. Muchos artistas del performance, el teatro y la danza en la década de los 60 experimentaron con caídas reales y ficticias. Yvonne Raider, cineasta sesentera, exploró el movimiento corporal y la caída como el más común de los movimientos. Recordemos también el estúpido intento de Bruce Nauman por levitar en su estudio o la fotografía de Yves Klein lanzándose al espacio desde la cornisa de una casa. La diferencia con la obra de Ader es que éste presenta una mezcla de ironía y romanticismo dramático. Combina la comicidad al estilo Buster Keaton con la exaltación de su propia destrucción.
Segunda caída
La obra de Ader es una combinación de crítica, tragedia y sarcasmo. La melancolía manifiesta en el arte europeo mezclada con el sueño americano, Holywood y la televisión. Sin embargo existe una sensación de pérdida o tristeza en casi toda su obra. En la serie I’m too sad to tell you, Ader se fotografía llorando, unos lagrimones recorren sus mejillas en una especie de cliché trági-cómico.
A diferencia de otros artistas conceptuales Ader registraba sus acciones al momento y trabajaba con las fotografías o filmes para construir una narrativa de la acción. Lo que caracteriza su trabajo es el performance centrado en el cuerpo y la actuación con un objetivo narrativo. La “puesta en escena” de su tragedia examina categorías que giran en torno a la caída del hombre, la obsesiva búsqueda de significados, las inevitables despedidas y dudosos retornos.
Bas Jan Ader nació en 1942 en Winschoten, Holanda. Desde 1963 hasta su temprana muerte en 1975 vivió predominantemente en California. Consciente de sus raíces europeas manifiesto un cuestionamiento de las añejas tradiciones del arte. Una muestra de esto es el filme Flowerwork, donde sólo se ve parte del cuerpo de Ader vestido de negro, arreglando un ramillete. Cuidadosamente selecciona las flores en una secuencia de colores. En el proceso se observa como el jarrón pasa de ser multicolor a monocromático y al final regresa a los tres colores primarios. Esta acción muestra el cuestionamiento hacia la tradición modernista, en homenaje irónico a la pintura de Mondrian.
Tobías Ostrander, curador de la muestra, señaló las referencias alusivas de Ader hacia un romanticismo decimonónico y teorías de lo sublime. La obra The Elements es una imagen del artista parado en medio de un paraje natural enorme y melancólico, composición en la que Ader sugiere ambientes que se asemejan a los utilizados por el pintor alemán del siglo XIX Caspar David Friedrich.
Para Ader el arte no era una respuesta, fue una búsqueda y un camino. Como en la vida: no hay certezas, ni seguridad de no caer o fracasar durante el trayecto.
Caminante sobre el mar de nubes. 1875
Ante lo que podría pensarse, una de las acciones más contundentes del trabajo de Ader no fue una de sus caídas sino la pieza que representa una metáfora sutil de la caída, The boy who fell over Niagara Falls. En esta obra se ve al artista sentado en una silla cerca de una mesa en la que está colocada una pequeña lámpara y un vaso con agua. Ader, sin mirar a la cámara lee un artículo del Reader’s Digest acerca de un niño que sobrevivió después de haber caído en las cataratas del Niagara. Ader lee la historia lentamente, haciendo breves pausas entre fase y frase para tomar un trago de agua. Cuando la historia concluye y se ha terminado el vaso de agua, se levanta y sale de cuadro. Esta obra contiene elementos que fueron importantes para Ader en la última fase de su obra: la caída, el agua, el tiempo y el riesgo de muerte.
Tercera y última caída
Es más fácil admirar a un artista conceptual muerto que a uno vivo. El mito que rodea a Bas Jan Ader y su extraña desaparición lo convirtieron en casi un héroe —triste destino para quien quiso ser justamente lo contrario. La intensidad de su obra parece agrandarse por el hecho de ser un artista atrevido que desapareció misteriosamente a la edad de 33 años, cuando iniciaba la segunda fase de su obra In Search of the Miraculous.
Su búsqueda lo llevó a la muerte, un viaje que simbólicamente representaba la última afrenta, el riesgo de caer al vacío explorando los límites de una tierra plana y finita. Así, en el verano de 1975 se embarcó en un pequeño bote, se armó de provisiones e inició el trayecto que debería llevarlo desde Cape Cod, Massachussets hasta Falmouth, Inglaterra.
In Search of the Miraculous, 1975
Pero Ader nunca llegó, a las pocas semanas de su partida se perdió el contacto con su embarcación y ocho meses después se encontró su bote a la deriva cerca de las costas de Irlanda; su cuerpo nunca fue hallado. Algunos de sus alumnos pensaron que su desaparición era sólo una más de sus bromas, había quien afirmaba que Ader estaba vivo paseándose por las playas de California. Pero hoy, casi treinta años después, sigue desaparecido.
Cuando se dio constancia de su desaparición, su hermano encontró en el escritorio de Bas en la Universidad de California, donde era maestro, una copia del libro The Strange Last Voyage of Donald Crowhurst, testimonio de un marinero que emprende un solitario viaje alrededor del mundo y de cómo pierde el juicio y la vida. Esto hizo suponer que Ader mismo sabía que pretendía realizar un viaje sin retorno. Habría que pensar si algunas de sus obras anteriores no eran, desde entonces, un anuncio de su partida final como Farewell to Faraway Friends o la fotografía donde presenta sus ropas extendidas sobre el techo de su casa, como si estuviera a punto de empacarlas en una maleta. Ambas obras son muestras claras de una despedida.
Ader dejó una obra breve y contundente, su trabajo ha sido influencia e inspiración para artistas contemporáneos que ven en el arte un viaje y un proceso de descubrimiento. Como Ader mismo expresó: “El mar, la tierra, el artista, tristemente saben que ellos, no serán más”.
In Search of the Miraculous, 1975
Arte y proyecto Bulletin, no. 89
Texto extraído de:
http://www.replica21.com/archivo/articulos/g_h/331_galindo_ader.html